Flavia Freidemberg *
Es necesario poder discutir entre todos y todas uno de los grandes desafíos que tenemos en América Latina, que es dar el salto a lo que se ha denominado como “democracias paritarias”, y mi idea es pensar en clave comparativa respecto a cuáles son los elementos claves para comprender esa transición que tenemos que hacer desde las democracias representativas hacia las democracias paritarias.
En esta presentación me propongo articular tres ejes, en donde rápidamente me gustaría mencionar algunos obstáculos que la política comparada nos ha enseñado que enfrentan las mujeres que intentan hacer política en igual- dad de condiciones que los hombres. Es cierto que también hay muchos obstáculos que enfrentan los hombres, pero en ese caso no serían desigualdades estructurales de género. Quiero llamar la atención sobre aquellos obstáculos que hemos encontrado, tanto a nivel nacional como a nivel local, fundamentalmente a nivel local, respecto a lo que he denominado “un camino de espinas”.
Luego me gustaría considerar cinco acciones estratégicas que en perspectiva comparada podemos encon- trar en los países que han sido más exitosos en una acción, que es la de incrementar la representación política de las mujeres en los órganos de decisión o en los órganos legislativos.
Y finalmente quiero señalar algunas cosas que hemos aprendido y que tanto colegas que han participado en este ciclo, como también agencias de cooperación internacional, colegas de la academia estadounidense y de la academia europea nos han ayudado a identificar, además de muchos de los trabajos de campo que hemos estado haciendo en los diferentes países de la región. Nos han dado algunos aprendizajes que a mí me gusta difundirlos en los diferentes países, porque esto es como un proceso de perfeccionamiento, donde unos aprendemos de otros.
La primera cuestión que me gustaría comentar, entonces, es esta idea de “camino de espinas”, que lo que en realidad muestra es una gran desigualdad estructural en la región. Tomo este concepto de nuestro colega y amigo, el constitucionalista argentino Roberto Saba, cuando en su libro da cuenta de cómo la igualdad formal no necesaria- mente es la igualdad real. Las mujeres pueden votar en la región desde inicios del siglo XX, con diferentes criterios en diferentes países, pero lo cierto es que este derecho a votar no siempre fue pensado como un derecho a ser vota- das. Entonces, aunque la Constitución o los reglamentos establecían que éramos iguales ante la ley y que podíamos ir y participar en política, había una serie de obstáculos, de reglas informales, de prácticas asumidas, de creencias y de valores, que en realidad establecen mecanismos de exclu- sión sistémica ante este grupo, y la evidencia más clara de esto es precisamente la idea de la subrepresentación política. Esa subrepresentación (que es política, sobre todo si miramos en términos de la representación descriptiva de lo que nos cuenta Hanna Pitkin en su maravilloso libro) en realidad lo que nos está diciendo es que hay toda una serie de resistencias, de simulaciones, que no están escritas en las reglas, en las leyes, pero que están escritas en las prácticas que ejerce la política, los políticos y las políticas en la vida cotidiana. Hace unos años con el profesor Steve Lewitsky hicimos una propuesta de análisis para estudiar los partidos políticos en general, dando cuenta de la dimensión informal de la política. Yo en ese momento no tenía todavía perspec- tiva de género, no veía en ese momento todas estas prácticas que ahora estoy viendo, pero me hace acordar mucho a esa formulación teórica que hicimos con Steve, porque en realidad mucho de lo que enfrentan las mujeres son prácticas informales, en los procesos de selección de candidaturas, en los procesos de designación de autoridades de los partidos, en la manera en que hacen campaña, y eso no está escrito en ningún estatuto partidario, no dice que las mujeres no pueden ser candidatas, obvio que no se dice, pero hay una serie de instrumentos —muchos de ellos hoy incluso están siendo tipificados como violencia política por motivos de género en los países que van más avanzados: México acaba de aprobar hace un año una normativa que ataque este fenómeno, Perú hace 2 semanas, Ecuador ya también la tiene, y en el caso mexicano, y si les interesa puedo volver en las preguntas sobre eso, ya se han tipificado 22 supuestos de prácticas que en realidad la normativa considera que son violencia política en situación de género— que, de alguna manera, afectan el modo en que se hace política, y sobre todo el modo en que las mujeres acceden y ejercen sus derechos en comparación con los hombres.
Hay diferentes tipos de obstáculos en el acceso y en el ejercicio, seguimos en la idea de que los obstáculos en el acceso tienen que ver con reglas, prácticas y expectativas respecto a cómo se ejerce el poder, y en ese sentido un recuento de esos obstáculos nos hace llamar la atención sobre la necesidad, por un lado de reformas electorales, a lo que hemos denominado “régimen electoral de género”, que no es el sistema electoral, son las reglas que establecen la manera en que se registran candidaturas a los cargos de elección popular, el sistema electoral es la manera en que se transforman los votos en escaños. Esas reglas también son importantísimas, el tamaño del distrito, la estructura de voto, cómo está integrada la fórmula, pero cuando hablamos de régimen electoral de género estamos viendo qué les dice el Estado a los partidos políticos o a las candidaturas no partidarias (en los países donde se permite esta moda- lidad), o a los movimientos políticos (en los casos donde se considera esta posibilidad de presentación de candida- turas) al momento de hacer el registro de quién va a ser candidato y candidata.
¿Cómo dice el diseño institucional que tiene que ser ese registro? La discusión teórica que sostiene esta idea es amplia y ha sido muy trabajada, seguro que durante este ciclo mis cole- gas lo han señalado, es una visión neoinstitucionalista, según la cual las reglas fijan comportamientos, y los actores reaccionan a esas reglas. Es buenísima esta visión, yo ahora estoy trabajando más desde el neoinstitucionalismo feminista, que es un enfo- que nuevo que ha surgido en los últimos años, pero me sien- to muy cómoda porque me permite cruzar esta idea del neo- institucionalismo sobre la base de que las reglas contribuyen a generar incentivos o desincentivos, y exigir a los partidos que incluyan mujeres en las candidaturas ha evidenciado (de alguna manera) que los partidos están sujetos a reglas. Claro, las reglas solas no dicen todo, necesitan lo que aquí en México yo lla- mo “rottweilers y bulldogs”, es decir, actores en el movimiento de mujeres, en la organización civil, en la academia, en la pro- pia política partidaria, en las autoridades electorales que están esperando que los políticos no cumplan las reglas para presen- tar una demanda, para hacer litigio estratégico, para que las autoridades electorales corrijan esa simulación o esa resisten- cia. Hay prácticas que siguen funcionando y limitan el acceso de las mujeres a la política, y sobre todo hay unas expectativas respecto a cómo las mujeres tienen que liderar, que luego pode- mos profundizar, esta idea de que todas las mujeres somos del planeta de las honestas y las sororas, todas iguales como fotoco- pias, y los hombres nacieron en un planeta que es muy distin- to, hay muchos prejuicios y estereotipos, también el de que las mujeres que llegan son superwoman, entonces ellas tienen que ser perfectas y además tienen que ser feministas. El feminis- mo es una idea, algunas serán feministas y otras no; “todas las mujeres tienen que presentar iniciativas”, se las está constante- mente pasando por un tamiz muy distinto por el que pasan a los hombres. Entonces, estas expectativas también son obstácu- los respecto al acceso. La idea de que el buen liderazgo es un liderazgo masculino está presente en muchas de las cabezas de nuestras ciudadanías, entonces las mujeres nacieron para cui- dar y los hombres nacieron para gobernar. Y estos prejuicios están cruzando constantemente la evaluación que se hace sobre las mujeres políticas y sobre las transformaciones que se están haciendo desde la política sobre ellas. Hay también obstáculos en el ejercicio, pero no voy a profundizar en ellos, solo mencio- nar que son muy fuertes, es decir, esto no se acaba con que las mujeres accedan a los cargos; la violencia, los micromachismos, las discriminaciones continúan cuando se los ejerce.
Todos los esfuerzos que se han hecho han sido muy impor- tantes, los del movimiento amplio de mujeres, del movimien- to feminista, y estos son datos del IDEN, un portal que lidera la Universidad de Gotemburgo con la Universidad de Notre Dame. A partir de dos índices yo puedo afirmar lo siguiente: hemos hecho un esfuerzo sustantivo en el empoderamiento de las mujeres, no necesitamos que nos expliquen nuestros dere- chos, tenemos nuestros techos de cemento, nuestras limitacio- nes, vivimos en un contexto de desigualdad estructural, pero sabemos que si queremos podemos, nos presentamos, somos candidatas, y sabemos que nos vamos a enfrentar a un contexto de violencias. El nivel de empoderamiento de las mujeres lati- noamericanas se ha incrementado sustantivamente en los últi- mos cien años, y los datos dan cuenta de esa conformación, el problema sigue estando en la representación. Por eso no es un problema de participación política, el 50% de la población, o sea nosotras, participamos en los partidos políticos, en la política, nos interesa la política, no es cierto que nos interesa cocinar y no nos interesa la política, podemos cocinar y participar en la polí- tica, pero los obstáculos están concentrados en cuanto nosotras queremos pasar de la participación a la representación. Y estos índices comparativos para 18 países de América Latina, que son resultados del trabajo que hicimos con el doctor Camilo Saa- vedra, dan cuenta de esta distancia entre el empoderamiento y la representación.
Quisiera concentrarme en llamar la atención sobre qué se ha hecho en América Latina para generar estos resultados que ustedes ven aquí, estos son datos de la CEPAL de 2020, faltan los de las elecciones de 2021 porque todavía no se han recogido, son la representación de diputadas en América Latina, y lo que vemos ahí es que hay países que están más representados que otros en términos de mujeres legisladoras.

La pregunta de investigación comparativa es: ¿por qué unos países tienen más representación y otros menos? Y yo sigo la pregunta de qué han hecho esos países que han incrementado la representación. ¿Todos han hecho lo mismo?
¿Hay algo que han hecho algunos de ellos que los identi- fique? Porque si yo fuera Haití miraría lo que han hecho México, Costa Rica, Argentina, Ecuador, para ver si quizás haciendo lo que hicieron estos países puede incrementar- se esa representación. Claro, para eso Haití debería tener un Estado no fallido, debería creer que el hecho de que las mujeres no estén representadas es una falla del sistema político. Yo cada día me convenzo más de que es imposi- ble pensar en democracias sin el 50% de participación de las mujeres. Ahora, hay gente que dice “Flavia, en realidad no seas estricta, no es que no hay democracia, es que es una democracia de baja calidad”. No, discúlpenme, no puede haber una democracia sin inclusión, la democracia no es solamente hacer elecciones: yo puedo hacer que haya unas elecciones maravillosas, que haya alto nivel de pluralismo político, que haya diferentes partidos, medios de comunicación autónomos, todo eso, y que solo compitan y sean electos los hombres, y eso no es la democracia, además con certezas e incertidumbres en los resultados, como diría el profesor Cheworsky. La democracia también supone inclusión.
Entonces, he pensado llamar la atención sobre las cinco condiciones necesarias, fundamentales, que me parece que los países que más exitosos han sido en incrementar la participación política de las mujeres hicieron.
1º cuestión
Derecho internacional. Los derechos de las mujeres son derechos humanos. Lo primero que se hizo fue pensar que la ausencia de mujeres suponía un problema de exclusión, esto no es un problema solo de las mujeres, no es un pro- blema del movimiento feminista, del movimiento amplio de mujeres, que lleva siglos discutiendo esto. Lo que aquí hay es todo un movimiento social en diferentes contextos del mundo, desde los primeros reclamos de Olimpia De Gausch, pasando por las sufragistas, por nuestras maestras juristas y politólogas, por nuestros colegas politólogas y politólogos que estudiaban esto, hay un montón de gente que ha trabajado sobre estos temas, y lo primero que había que encuadrar es que esto no era un problema solo de un grupo, sino que es un problema de la democracia. Enton- ces, este cambio de opinión es muy importante. Esto se ha ido incrementando con las redes sociales, porque se ha ido trasladando a otros espacios de mayor vínculo, se ha dado la interacción con personas que no son politólogas, o que no son políticas, o que no son académicas, o que no están en el movimiento feminista.
Entonces la primera cuestión fue transformar los mar- cos jurídicos internacionales, y aquí encontramos tres hitos
importantísimos, no son los únicos, pero la CEDAW, Belém Do Pará y la Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing van a generar instrumentos claves en la identificación de la necesidad de llamar la atención acerca de proteger los derechos de las mujeres, más allá de ese universal masculino en el que todo el mundo daba por sentado que si hablaban de hombres los derechos de las mujeres estaban incluidos en ese masculino. La declaración de derechos del hombre seguramente estaba pensada para que nos incluyera a hom- bres y mujeres, aunque no todas las peculiaridades de las necesidades de las mujeres estuvieran en esa declaración de los hombres, pero hoy sabemos que las mujeres tienen derechos humanos igual que tienen los hombres, y también los otros géneros, y la CEDAW, Belém Do Pará y Beijing fueron claves en poder establecer los marcos normativos internacionales. ¿Por qué esto fue muy importante? Porque en los países todavía hay hombres (y también mujeres, pero muchos hombres) que consideran que esto no es necesa- rio. Así, como las presiones internas no daban sus frutos, a nuestras maestras se les ocurrió que había que ir al dere- cho internacional público para que este, por el bloque de convencionalidad y constitucionalidad, incidiera sobre los marcos normativos nacionales. Y esto ha sido clave. Cuando los jueces y las juezas tienen que juzgar, ¿a dónde van a ir? A la Constitución, pero si la Constitución no estable- ce determinadas reglas pueden ir al marco internacional y aterrizar determinadas normas, cosa que antes habría sido imposible, e incluso así, existiendo estos marcos y existien- do el compromiso de los Estados de cumplirlos, todavía hay resistencias y no se cumplen.
Ese marco jurídico es el que va a dar la construcción de un concepto, que es el de democracia paritaria. No surge en América Latina, surge en Europa, esta idea fue retomada por el Parlamento Latinoamericano y Cari- beño, que aprobó la norma marco para consolidar la democracia paritaria en 2015. Casi todos los países de la región la han suscrito, y esta idea se traduce en todos
los convenios internacionales que se van a ir aprobando después de este acuerdo del Parlatino, y sobre todo se va a ir exigiendo a partir de la agenda 2030 de desarrollo sostenible, y ahí incluso se plantea un objetivo de desa- rrollo sostenible, el 5, que traduce la idea de impulsar esta democracia paritaria.
Esta democracia paritaria supone reformas en ámbi- tos muy distintos, que tienen que ver con todo lo que haga el Estado, cómo funciona el Estado, cómo se accede al Estado, cómo se implementan las normas relacionadas a mejorar ese acceso, y también reformas a los partidos políticos. El marco jurídico ya está, luego vemos qué hacen los países, pero esta idea de transformación pari- taria estaba llamando la atención sobre “que las medidas de acción afirmativa que se habían aprobado hasta ahora solo atajan el registro de candidaturas”. El concepto de democracia paritaria es algo mucho más amplio, no tie- ne que ver solo con el régimen electoral de género, tiene que ver con cómo funcionan las instituciones, cómo se accede, cómo se ejerce el poder, cómo funcionan los partidos políticos, cómo se hace un modelo paritario con igualdad sustantiva. Entonces, en el marco jurídico internacional esto ya está, no es solo aprobar una cuota de una ley de cupo de 30% para las candidaturas a dipu- tados y diputadas nacionales, lo que están diciendo es “eso es importantísimo, pero es mucho más que eso”.
La democracia paritaria, por tanto, supone el paso de la igualdad formal a la igualdad real, y eso tiene que ver con el tipo de políticas, con cómo solucionamos los problemas, con cómo construimos los presupuestos participativos, con cómo generamos espacios para que el espacio público no sea puro Manel, que esa fue la razón de ser inicial de la red de politólogas, llamar la atención de que había otras voces, otras ideas, y que había que equipararlas y darles espacio, y también supone pasar de la igualdad descriptiva a la presencia de temas, de issues, de agenda.
En ese sentido América Latina ha hecho muchas cosas basadas en esos elementos, en términos de herra- mientas institucionales pero también no institucionales. Me voy a concentrar en las herramientas institucionales. Los países de América Latina han reformado Consti- tuciones, leyes, han aprobado reglamentos, han dado sentencias, han aprobado leyes de financiamiento con etiquetado con perspectiva de género, han creado obser- vatorios, han impulsado que el movimiento de mujeres se organice en redes y que desarrollen actividades de litigio estratégico, hemos ido a las redes sociales y hemos hecho cyber feminismo, hemos hecho espacios de capacitación y fortalecimiento de los derechos. Ahí todavía nos cuesta un poquito, porque parecería que esos espacios de formación solo son para las mujeres, y quizás deberíamos ir pensando en que en los espacios de formación, de diálogo y de construcción, también se incluyan a los chicos. Los queremos a los chicos aquí, yo no soy separatista, creo que los chicos tienen que hacer también un trabajito de deconstrucción mental como lo hemos hecho nosotras, y así hemos creado micrositios, bases de datos. Hemos hecho muchas cosas, siempre en el marco de que esta idea de la democracia paritaria con igualdad sustantiva va más allá de poner medidas de acción afirmativa para ayudar a las mujeres a ganar elecciones. Eso es lo que dicen en Colombia, “las mujeres quieren medidas de acción afirmativa porque solas no consiguen ganar elecciones”; yo les digo “no se preocupen, nosotras podemos ganar elecciones, siem- pre que compitamos en igualdad de condiciones, si nos enfrentamos a obstáculos y barreras por el hecho de ser mujeres sí va a ser un poco más difícil, pero no es una cuestión de mérito”. Las medidas de acción afirmativa han sido incluso estadísticamente muy representativas en su impacto sobre la representación.
2º cuestión
Los países más exitosos han sido aquellos que han aprobado regímenes electorales de género fuertes. Ha habido dife- rentes olas, diferentes reformas, nosotros con mi equipo del observatorio RESPOL hemos contado 40 reformas a los regímenes electorales de género de 18 países. Han sido aprobación de leyes, pero también han sido sentencias que han fortalecido esas leyes corrigiendo los vacíos que las legisladoras y los legisladores dejaron, fue un camino de la cuota a la paridad de género, que empezó Argentina en 1991. Estamos muy orgullosos de que Argentina sea la luz en ese sentido, en el de haber puesto esta agenda en la dis- cusión global. Ha habido algunas resistencias, se veía a la Ley de Cupo como un techo y no como un piso, no había mandatos de posición fuertes, había mujeres que ganaban elecciones a las que se obligaba a renunciar para que subie- ran suplentes hombres, mandaban a todas las mujeres al final de la lista y no las ponían en cargos competitivos. Hay un proceso de transformación, en 2009 Costa Rica, Bolivia, Ecuador aprueban la paridad, en algunos incluso es constitucional, en el caso de Ecuador progresiva, que determinó que “cada elección vamos a ir incrementando 5% la exigencia”. La paridad ya no es una cuota, no pue- de ser considerada una cuota, es un principio constitucio- nal, jurídico, y ahora, desde 2017, México señaló que “ya tenemos la paridad, pero también tenemos que reforzarla”. Entonces nosotros pensamos que hay como una 4º ola, y es que a los diferentes tipos de paridad que los países han ido aprobando se le han sumado otras medidas de acción afirmativa para reforzar.
Con la Dra. Mariana Caminotti hemos creado una propuesta de herramienta metodológica, un índice que diga si hay paridad o no, donde nosotras evaluamos 5 variables que tienen que ver con el porcentaje de exigen- cia, el alcance, si eso va solo para los titulares o también a las suplentes, si exige un mandato de posición fuerte, es decir que no lo manden a los distritos donde las mujeres siempre pierden. México hizo una innovación bastante interesante en ese sentido, creando lo que se llama el “principio de competitividad”, que no es la com- petitividad que los politólogos y las politólogas conoce- mos, sino que es una manera de mostrar que distribuyen los distritos por su nivel de éxito electoral en las elec- ciones anteriores, y dicen “los partidos no pueden poner mujeres exclusivamente en estos distritos, porque son donde siempre pierden, tienen que distribuirlas entre los diferentes tipos de distrito”. Esto se calcula a partir del éxito electoral anterior de cada partido, y esa dis- tribución la hace la autoridad electoral a nivel federal y los institutos electorales estatales locales en cada estado, lo que sería en Argentina las provincias. Medimos si hay algún tipo de válvula de escape, es decir, alguna posibilidad legal para que los partidos no cumplan con lo que dice la norma, y también medimos el nivel de sanción. Un nivel de sanción fuerte es que los partidos no pueden participar en la contienda si no cumplen con lo que dice la norma. Entonces construimos un índice que nos permite medir todos los diseños de régimen electoral de género. Aquí les traje una sistematización de estos diseños, que aplicamos a 30 años de reformas electorales en América Latina.



Lo que encontramos es que los regímenes electorales de género con mayor fortaleza, los que exigen paridad, fór- mulas completas, no tienen válvulas de escape, alta san- ción, y además mandatos de posición muy claros, son los que tienen mayor representación política de mujeres en los cargos. Bolivia en 2009, que es el año de aprobación de ese régimen electoral de género —luego se puede haber ido perfeccionando, pero ese es el punto de codificación—, México en 2014, Ecuador en 2018 (incluyendo la reforma de 2020), Argentina en 2017, Costa Rica en 2009, Perú en 2020 son los regímenes electorales de género más fuertes en este momento en América Latina. Claro que son mode- los diferentes entre sí, México exige paridad vertical en las listas, con mandatos de posición muy fuertes en cremallera, pero también exige paridad en los distritos uninominales, porque esta es una cámara mixta, unos se eligen por ERP, otros por mayoría relativa, entonces en los 300 distritos uninominales también tiene que haber paridad horizontal. Y además exige paridad en los encabezamientos de las listas de ERP, al menos 3 de las 5 circunscripciones de 40 escaños tienen que estar encabezadas por mujeres. Además aclara que “si vos sos candidata mujer titular, tu suplente tiene que ser mujer para evitar las Juanitas, que te exijan renunciar”, añade que “si vos presentás candidaturas no las podés man- dar a distritos donde tú siempre pierdes, tienen que ser dis- tritos competitivos”, también afirma que “no hay ninguna cosa que tú hagas que puedas argumentar para no presentar mujeres, no me vengas con tus excusas de no hay muje- res, no están capacitadas, ellas solo quieren cocinar, no les interesa la política”, cosas que se han dicho de manera for- mal, legal, en presentaciones, señala “si no cumplís con todo esto, no te voy a registrar las candidaturas”, y ahora, para la elección de 2021, dice que “además de todo esto del género tú tienes que cumplir medidas de acción afirmativa para personas indígenas, personas con discapacidad, migrantes y personas de la diversidad sexual”, es decir que a la paridad le aprobó medidas de acción afirmativa. Ese es hoy el régimen electoral de género más eficiente, que consiguió la paridad en la Cámara de Diputados y de Senadores en 2018.
Los sistemas deberían hacer algunas reformas para caminar hacia ese modelo de paridad, yo puse algunas, estamos tra- bajando en esto con mi equipo de investigación, cuáles son las reformas pendientes, entonces quizás podríamos pensar, no para los legislativos, pero sí para los otros niveles, que Argentina incluyera paridad horizontal. Imagínense en las guberna- turas, tomando como distritos uninominales, si se tienen 24, la mitad, un partido debería postular mujeres, la mitad de otro género. Podría ser en los encabezamientos, quizás ahí podríamos pensar que hubiera una medida de acción en ese sentido. Honduras y Panamá dicen que son paritarios, pero lo exigen en las elecciones internas, entonces no sirve, tienen que exigirlo en las elecciones generales, y quizás se podría pensar en tradu- cir el principio de competitividad en los diseños que aún no lo siguen. También Brasil debería pensar en sus sanciones, debe- ríamos revisar el mandato de posición en varios de los países de la región, exigir fórmulas completas, eliminar la válvula de escape que tienen en Panamá según la cual la Secretaría de las Mujeres puede firmar y decir que no hay mujeres capacitadas, entonces presionan a las mujeres para que no compitan.
3º cuestión
Sistema electoral amigable al género. Sabemos que hay un sistema electoral más favorable al género: representación proporcional con distritos plurigrandes y medianos, listas cerradas y bloqueadas son los más eficientes. En ese sentido Argentina ha hecho bien su trabajo, y en los últimos años estamos pensando lo que es el voto preferencial, porque finalmente se dijo que este penaliza a las mujeres, pero en algunas experiencias, como la peruana o la hondureña, sin importar dónde están ubicadas, el voto preferencial per sé no necesariamente castiga a las mujeres que tienen más liderazgo. Esto está en discusión todavía, y estamos pensan- do cómo trabajar sobre ello.
4º cuestión
Coaliciones amigables al género. Todas estas reglas funcio- nan cuando se tienen redes interinstitucionales, partidarias y del movimiento de mujeres que generan coaliciones ami- gables al género, y en ese sentido cuanto más fuerte es la coalición de actores críticos, más eficiente va a ser el régi- men electoral. Caminotti ha evidenciado esta necesidad de coordinación entre las mujeres en los partidos, mujeres en las instituciones, para hacer frente a la resistencia de los partidos, entonces cuanto mejor articuladamente funcionan estas redes, más fuerte va a ser el régimen electoral de géne- ro y más fuerte va a ser el impacto sobre la representación política de las mujeres.
5º cuestión
Vamos a llamar la atención sobre luchar, identificar y esta- blecer pautas, normativas contra la simulación en los este- reotipos, los laberintos de poder y la violencia política de género. En este sentido, es importantísimo ayudar a estipu- lar tipificaciones en cada país que nos ayuden a establecer que eso que parece que es la política normal, en realidad no lo es. A modo de ejemplo, si en un acto de campaña un can- didato manosea a una candidata de su mismo partido, esto no es un gesto de cariño, dicha acción se llama acoso, está tipificada y es un delito sexual. Debemos llamar a las cosas por su nombre: violencia política por razón de género. Entonces, articular un sistema normativo que ayude a tipi- ficar, sancionar, reparar esto es parte de los esfuerzos que México está haciendo en este momento, que está haciendo Perú, El Salvador, Ecuador, Bolivia y Argentina también.
Así, hemos recibido varios aprendizajes. Un punto es llamar la atención sobre los esfuerzos para la construcción de la democracia paritaria, que no tienen que estar circuns- critos solo a la representación descriptiva, numérica. Ahí tenemos que trabajar también sobre representación simbó- lica y sustantiva. ¿Qué es la representación sustantiva? La
que supone evaluar “estas mujeres llegan a los cargos, ¿y qué impulsan? ¿Qué temas? ¿Qué agendas? ¿Cómo negocian? ¿Cómo articulan una propuesta que no se olvide de erradicar las violencias que enfrentan las mujeres en los múltiples ámbitos de la vida?”. ¿Y qué es la representación simbólica? Es ir a evidenciar que, aunque ellas acceden a los cargos, no necesariamente más mujeres en los cargos supone más mujeres con poder para transformar esas con- diciones. Tenemos una experiencia muy interesante acá en Morelos donde incrementó un 70% la representación de las mujeres, un Congreso mayoritario, 14 mujeres de 20, pero la presidencia del Congreso la tiene un hombre, la Secretaría de Administración del Congreso Estatal, un hombre, el presidente de la Comisión de Género, un hombre, o sea, los 6 hombres que estaban en el Congreso controlaban todo aunque ellas eran mayoría. Así, más mujeres en los cargos debe ir acompañado de más instrumentos reales para que estas mujeres puedan hacer las transformaciones.
Segundo punto de esta ecuación es que hay que generar condiciones de igualdad en la competencia, para eso tene- mos que generar mecanismos de distribución de fondos que lleguen a las mujeres candidatas. No sé en estos momen- tos cómo es en la Argentina, pero en México hay muchas denuncias de prácticas partidarias del estilo: “Sofi, vos tenés pesos para gastar en la campaña, pero no te preo- cupes, yo los voy a gastar por vos, vos solamente me tenés que traer facturas por 200.000 pesos, y esas yo las pongo en tu registro”, porque aquí hay que rendir cuentas del dinero que te dan, la fiscalización, y uno dice: “pero ¿yo cómo hago la campaña?”, “ah, con tus recursos”, entonces en un montón de entrevistas y encuestas que hemos hecho las mujeres nos dicen “no tenemos dinero para hacer campaña, la tenemos que hacer con dinero propio”, pero los partidos tienen dine- ro del financiamiento público. Acá, además, está el dinero que se da por financiamiento etiquetado con perspectiva de género, pero ese dinero no es directo para las campañas, es un dinero para capacitación, y aunque es una conquista feminista, el problema de eso es: primero, ¿qué se enseña en esos cursos de capacitación? Hay un montón de experien- cias de cursos de espiritualidad, de maquillaje, de entrega de barredores para limpiar, de escobas, es decir, rinden cuenta de la limpieza de la sede del partido como parte del uso de ese dinero etiquetado. Por suerte la autoridad electoral en México está cada vez más fuerte, y por ejemplo señala: “oigan, en la fiscalización con perspectiva de género eso no nos cuadra, eso hay que cambiarlo”. Esta es un área que hay que trabajar, con la doctora Beatriz Boghossian estamos trabajando en una investigación de cómo mejorar las con- diciones de acceso al financiamiento público de las mujeres en América Latina.
Aprendimos que hay que desgenerizar a los partidos. Por ejemplo, si se analiza la actual imagen de poder en América Latina, desde Colombia hasta Chile y Argentina, se puede observar que todos los presidentes son varones, sin duda ahí falta algo. La política está muy masculiniza- da, lo mismo se puede observar al interior de los partidos políticos.
Entonces, lo que aprendimos es que las mujeres no están en las presidencias de los partidos, de 123 partidos relevantes que recogimos en la investigación que estamos haciendo con el Observatorio de Reformas Políticas de América Latina solo 19 mujeres están en este momento, a abril de 2021, como presidentas o como secretarias gene- rales de los partidos latinoamericanos, eso no puede ser, es un problema de masculinización del poder. En ese sentido, nosotras creemos que hay que desgenerizar los partidos, para poder hacer eso necesitamos buenos diagnósticos. Con Harry Brown, en una consulta para Naciones Unidas, pro- pusimos primarias paritarias, transformar la forma en que los partidos seleccionan candidaturas, pero hacemos esta propuesta para los partidos que tienen listas cerradas y blo- queadas, sin condicionamiento de encabezamiento de listas, porque cuando exige el Estado el encabezamiento de lista, no funcionaría esta propuesta.
La otra cuestión tiene que ver con colaborar, conversar, generar puentes con las mujeres políticas, las mujeres que están ya electas. Hemos ido trabajando en las agendas y nos hemos dado cuenta de que ser mujer no significa que haya una agenda de género progresista feminista, entonces creo que trabajar más sobre las agendas, sobre qué significa una agenda de género progresista feminista, nos ayudaría muchísimo. Aquí es muy interesante, en México, porque hay muchos partidos conservadores a los que se les ha dado por decir que son feministas, y están en contra de la despe- nalización del aborto, y en contra del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo; en esos casos uno piensa: “hay una confusión respecto a qué es esto de una agenda progresista feminista”. Ahora bien, las mujeres conservadoras tienen una posición conservadora a pesar de ser mujeres, y tienen derecho a defender esto, porque esto es una democracia, va a haber conservadores y va a haber progresistas. A mí lo que más me preocupa es los que se dicen progresistas: y defienden cosas conservadoras, ahí hay que hacer más diálogo, más discusión, yo solo les digo “no se olviden de que el movimiento feminista ha luchado durante siglos para que ustedes puedan llegar al cargo, entonces cuando lleguen por lo menos regálennos alguna iniciativa que justifique todo ese trabajo”.
Y el quinto aprendizaje tiene que ver con los liderazgos y la construcción de un Estado feminista. Ahí me gusta mucho el trabajo de Johanna Kantola, una colega nórdi- ca que describe la necesidad de pensar Estados feministas, y eso supone cambiar el modelo de gestión estatal, cam- biar cómo se accede, cambiar cómo se ejerce el poder, y profundizar la eliminación de las prácticas patriarcales que condicionan las relaciones sociales, que se traducen en las relaciones políticas, para impulsar desde el Estado políti- cas públicas con perspectiva de género, presupuestos con perspectivas de género. Argentina dio un paso importante con la Ley Micaela, la necesidad de que los y las funcio- narias se formen con perspectiva de género, pero esto es una isla, es decir, el resto de los países de la región debería estar pensando en una iniciativa como la Ley Micaela para mejorar esa formación.
Con esto vamos cerrando. Confirmo mi presunción de que la democracia sin mujeres no es democracia, y recor- damos la frase hermosa de Florentina Gómez Miranda, de que si una mujer entra a la política cambia la mujer y si muchas mujeres entran a la política, cambia la políti- ca. Lo que tenemos que hacer es cambiar la política, y en eso estamos trabajando desde la academia, desde nuestra trinchera en la investigación y en la generación de data comparada para que los países puedan tener aprendizajes para poder avanzar.
La experiencia mexicana y los primeros pasos hacia un Estado paritario
México en junio de 2019 introduce una norma llamada “Pari- dad en todo” que dice: “la paridad no es solo en las candidaturas” en la Constitución, es una reforma liderada fundamentalmente por “Mujeres en plural”, una colectiva muy interesante de muje- res de todos los estados, de todos los niveles institucionales, aca- démicas, políticas, que exigen y hacen que salga una ley que se llama “Paridad en todo”. ¿Qué significa?
- La paridad no es solo en las candidaturas. Cuando ustedes integren gabinetes a nivel federal, muni- cipal, todos tienen que ser paritarios. Salgo de las candida- turas y voy a los cargos. La paridad se tiene que entender también en la integración de los otros poderes, o sea, Poder Judicial, te tenés que contaminar; pero el caso mexicano es distinto, yo ahí no concuerdo tanto con Mariana Cami- notti, porque aquí lo judicial estuvo contaminado desde el inicio en la construcción de la paridad, hubo una medida muy importante que se llama “juzgar con perspectiva de género”, y el haber introducido eso en el sistema judicial de la Federación hizo que muchos jueces y juezas apren- dieran a juzgar con perspectiva de género. Esa fue una ini- ciativa de una agrupación de jueces, la MIJ, donde una de las personas responsables, el magistrado Armando Mai- tret, introdujo la obligación de juzgar con perspectiva de género. Entonces, en el caso mexicano, el Poder Judicial se contaminó antes que el mundo electoral. Y en el caso costa- rricense pasó lo mismo. Entonces, retomando esto, desde la primera acción en México ya se superó lo electoral, todas las instituciones tienen que ser paritarias; ahora la discu- sión es que la próxima presidenta de la Corte Suprema de Justicia tiene que ser mujer, porque si fue hombre hasta ahora, el próximo mandato tendría que ser mujer, todos los gabinetes tienen que ser paritarios, y si renovás el gabine- te, tu renovación tiene que ser equilibrada también, a nivel general ya nivel local.
- Todas las instancias institucionales deben legislar y aprobar proyectos, presupuestos y políticas públicas con pers- pectiva de género. De este modo, la administración públi- ca tiene que estar integrada de manera paritaria a nivel federal y nacional. Todo esto ya existe jurídicamente en las reglas internas de los países, lo que se necesita son acto- res con voluntad política para extender esta construcción de la democracia paritaria. Y ahí sí me gustaría llamar la atención sobre la idea de que no se trata de construir una democracia 50 y 50, porque eso sería excluyente de otros géneros de las diversidades, por eso las Naciones Unidas remarcó en un trabajo de Line Bareiro, que se llama “La hora de la igualdad”, que ellos dicen: “cuidado, no se trata de construir todo 50-50”, hay veces que sería recomendable que sea 60-40, 70-30, como para equiparar, pero también la democracia paritaria sería binaria, y hay que ser cons- cientes de que hay poblaciones que no tienen una identi- dad de género que responda a esa binariedad, por lo cual se trata de construir democracias paritarias con igualdad sustantiva.
- Y una última cuestión interesante tiene que ver con cuáles son las condiciones necesarias que tienen que darse para que se apruebe la democracia paritaria. Ahí hay una agenda de investigación-acción importantísima, tenemos que trabajar más sobre cuáles son las condiciones necesarias, yo cada vez más me animo a decir que tiene que ver con la fortaleza del movimiento de las mujeres, como trabajo en países donde no existe eso, lo veo claramente, Honduras, Guatemala… No digo que no exista un movimiento de mujeres allí, sino que todavía no se superan los techos partidistas en la gestión de la política. Me llevan a Hondu- ras, voyfeliz, trabajo un montón de tiempo con las mujeres hondureñas de los partidos, ¿ya está? Tenemos una pro- puesta de reforma, ¿y ahora quién va a ser?, “ah, no, Dra. Freidenberg, espere, tenemos que ir a pedir permiso a los presidentes de nuestros partidos, lo conversamos con ellos y luego le contestamos”, y así no lo vamos a conseguir, la experiencia argentina, mexicana, costarricense fue “noso- tras trabajamos juntas, más allá de los partidos, sin dejar de ser personas comprometidas con los partidos”. Y la otra cosa, yo coincido contigo plenamente, frente a la crisis de la democracia representativa, la propuesta que surge es la de los populismos, y por el otro lado la de los movimientos feministas con la democracia paritaria, son dos propuestas antitéticas.
Cerramos con la frase del movimiento de politólogas:
“NO SIN MUJERES”.
*Del libro Parlamento y Democracia Paritaria (editorial Teseo)
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